Cintia- No lo sabemos. (Silvio no contesta) ¿O sí? (Suena el teléfono de línea)
¿Puedo atender?
Silvio- Está en su casa, Cintia.
C- Hola. Seba. Sí. Sucede que… No. ¡Sebastián! Lo que más quiero en este momento es verle la cara a tú mamá. Te lo juro. Estoy con un hombre que… el que tocó el portero eléctrico… bueno… sí, en casa. Acabas de llamarme acá. Claro. Y está necesitando atención profesional. Urgente. ¡Ya sé que hora es! ¡Tendrías que dejarme hablar, amor! No. ¿Papá ya llegó con mi hermana?
S- ¿Está muy lejos la casa de su suegra?
C- Cuarenta y cinco minutos. En auto.
S- ¿Qué camino toma para ir?
C- La autopista.
S- Fantástico. (Se levanta. Se dirige a la ventana. La abre. Se escucha el
C- ¿Qué cosa? (Silvio se le acerca)
S- Venga hacia la ventana, por favor.
C- ¿Para qué?
S- Y déme las llaves de la puerta de calle.
C- No lo entiendo. (Silvio agarra las llaves)
S- Venga conmigo, Cintia. Prometo no hacerle nada si acata mis indicaciones.
C- ¿Qué pasa?
S- (Le toma el celular, la agarra de un brazo. Sin violencia pero con firmeza) A
C- ¿Para qué, Silvio?
S- (Están junto a la ventana. Le entrega el celular) Asómese para hablar.
C- Pero…
S- Me quiso engañar, Doctora.
C- ¿En qué?
S- Después le explico. Llame. Voy a escuchar. Así que no haga otra tontería. Y no diga ninguna mentira porque me voy a dar cuenta. Se lo digo en serio. (Silvio observa hacia abajo desde la ventana; espera unos segundos. Se escuchan ruidos de autos que pasan) Marque ahora.
C- Hola. (Se escucha el transito cercano. Silvio coloca su oreja junto al celular)
S- Muy bien. Ahora el mismo jueguito con el servicio de Psiquiatría. Diga que
C- Hola… No. Sí. Perdona que te vuelva a molestar, pero ya no lo necesito al Doctor. Gracias querida y disculpa la molestia. No. Entonces debe funcionar mal. Jamás lo apagaría. Si, todo está en orden. Un beso y feliz Navidad. Igual para vos. (Corta)
S- Muy bien. Ahora apagamos el celular.
C- ¿Qué pasa?
S- Primero juró que lo que más quería era ver la cara de su suegra.
C- ¿Y?
S- ¿Brown es un apellido judío?
C- Sí. Pero no soy practicante. ¿Qué me está diciendo?
S- Porque no cree en Dios. Justamente. Y juró.
C- La costumbre.
S- ¿De un Psiquiatra? ¿La costumbre de jurar?
C- ¡Se lo juro!
S- Muy hábil.
C- De verdad.
S- Supongamos que es así.
C- ¡Lo es!
S- ¿Y por qué su marido había llamado a la policía?
C- Porque exagera en todo. Usted me oyó cuando se lo dije Es un imbecil.
S- ¿No será porque su hija se llama Sabrina y no Samanta? (Cintia se derrumba
C- No me haga daño, Silvio.
S- No quisiera. ¿Tenemos un pacto?
C- Sí. No voy a intentar nada.
S- Le creo.
C- ¿Y qué vamos a hacer?
S- Seguir con nuestra charla. Ahora sin interrupciones.
C- Pero... ¿Qué va a pasar cuando yo no llegue a mi casa?
S- Nada.
C- No quiero incomodarlo, pero mi marido va a pensar que hable amenazada si
S- Seguramente. Y va a volver con la policía.
C- ¿Y?
S- Para ese momento ya me habré ido.
C- ¿Y yo?
S- Usted depende de usted. Y yo también.
C- Estoy un poco nerviosa y me cuesta entender.
S- No tiene que entender nada porque todavía no le explique.
C- Hágalo, por favor.
S- Claro. Levántese, por favor.
C- Sí.
S- Tome asiento.
C- Prefiero estar en pie, si no le molesta.
S- Como quiera.
C- Lo escucho.
S- Quiero que me atienda usted. No el Doctor Guzmán.
C- Sí.
S- Nada más.
C- ¿Entonces?
S- He forzado este encuentro para que me cure. Para que me atienda. Ahora.
C- Le juro… Perdón; le aseguro que no es una especulación lo que voy a
decir…
S- Continúe.
C- Sucede que debido a la situación que se produjo, yo estaría un poco
S- Otra vez con que empiece el lunes.
C- No. Digamos que yo no creo estar en condiciones de poder ayudarlo. Para poder brindarle mi mejor actitud profesional entiendo que debería atenderlo otra persona. Prometo que nadie sabrá de mis llamadas desde la ventana y tendrá prioridad para que se lo atienda en el servicio de Psiquiatría. Voy a hablar con Guzmán ni bien pueda para que él mismo se encargue.
S- En carácter de urgencia.
C- Desde ya. (Se dirige hacia la puerta)
S- ¿Qué está haciendo, Cintia?
C- Nos… vamos.
S- La urgencia es ahora.
C- ¿Cómo ahora?
S- Va a tener que apelar a sus mejores capacidades de relax. La sesión
C- Van a ser las diez de la noche.
S- Menos cuarto. Y si todo sale bien estará alrededor de las once y media en
C- Pero…
S- Cuarenta y cinco minutos de terapia. Y su viaje de regreso llevando el mejor
C- Silvio.
S- Primero la historia clínica: hago terapia desde que tengo uso de razón.
C- Vagamente. Tengo mis escritos sobre usted en el servicio de psiquiatría.
S- Error. (Abre el portafolio y extrae una carpeta. La arroja sobre la mesa
C- (Acercándose a la carpeta) Es…
S- Claro. La tome prestada del servicio de psiquiatría. Al fin y al cabo es mí historia.
C- (Abre la carpeta) ¿Cómo?
S- Ya lo va a averiguar. Restan tres minutos para la sesión. Le sugiero que no lea todo ahora. Sino le robará su tiempo. Además es muy redundante.
C- Tienen la firma del Doctor Guzmán.
S- Me seguí atendiendo con él. Cuando volví para retomar mi atención, usted
C- ¿Cómo accedió a esta información?
S- No tiene importancia. Le decía que he estado con psicólogos y psiquiatras
C- Si.
S- Es lo que figura ahí. Primero por algunas conductas de niño reservado.
C- Tengo que ir al baño.
S- Claro. (Cintia se dirige al baño. Silvio mira la hora en el reloj de pulsera, extrae del portafolio un despertador grande y lo deposita en la mesa ratona.
Se incorpora y va hasta la puerta del baño) He tenido algunos arrestos por robar, a los catorce años. Pero no soy un ladrón. Hacía todo para llamar la atención. (Pausa) ¿Esta conmigo?
C- (Desde dentro del baño) Sí.
S- ¿Se siente bien?
C- (Saliendo del baño) Sí. (Ve el despertador)
S- (La sigue) No he sido bien querido. ¿Siempre el problema empieza en casa,
C- Es un condicionante importante.
S- Bueno. Va siendo la hora. (Toma el despertador) El problema de la terapia es que siempre que uno dice algo importante, ustedes deciden que se termino el tiempo del encuentro. Y se sale de allí muy angustiado; con una sensación muy potente de impiedad. Como si el dolor ajeno tuviera una duración. (Activa el despertador para que suene la alarma en determinado horario)
Como si se debiera fragmentar la desdicha en partes de cuarenta o cincuenta
minutos hasta la siguiente vez.
C- ¿Para qué trajo ese reloj?
S- Por la sencilla razón de que he vamos a cambiar las reglas.
C- ¿De?
S- A partir de este instante tiene cuarenta y cinco minutos para curarme.
tic-tac tic-tac tic-tac